viernes, 28 de febrero de 2014

Una vida con Batman, de Michael E. Uslan.


Michael E. Uslan es el máximo responsable de que, desde la adaptación de Tim Burton hasta la de Christopher Nolan, hayamos podido disfrutar de un Batman en el cine oscuro y adulto (salvo un par de tropiezos), y una vida con Batman (The boy who loved Batman)  es un canto de amor a Batman, al cómic y a la vida misma.

Pero sobre todo, narra magistralmente la lucha de un joven de Indiana por ver convertido su sueño en realidad: llevar a la gran pantalla una historia seria y oscura de THE Batman, como él mismo se empeña en matizar una y otra vez a lo largo de la obra.

Al tratarse de unas memorias, no sólo somos testigos de como el niño Michael recurre a cuantas argucias están a su alcance para hacerse con sus primeros cómics, o de como el adulto Uslan consigue crear un curso universitario centrado en los cómics, o de como el maduro Uslan lucha durante diez largos años por hacer realidad su sueño de ver un Batman lo más alejado posible de la versión televisiva protagonizada por Adam West, sino que, gracias a su magistral prosa, también somos testigos de las diferentes épocas que le han tocado vivir y de como el cómic iba, poco a poco, haciéndose un hueco entre la cultura, con mayúsculas, de la sociedad norteamericana.

La película de Batman se hará a base de la sangre que brote de mis nudillos tras llamar a tantas puertas.

Dice Uslan, y es bien cierto que es una historia en la que la que se pone de relieve la perseverancia y la fe en uno mismo como valores principales para alcanzar lo que uno quiere en esta vida.

El inquieto Michael se ve envuelto en los más divertidos, curiosos y frustrantes momentos en su empeño principal de llevar a buen puerto su película, pasando por ser uno de los primeros asistentes a una convención de cómics (poco más que una reunión de amigos por aquel entonces), a colarse en un discurso del Presidente de los Estados Unidos por pura casualidad o a ser, también por mera casualidad y siempre en aras de su propósito final, el defensor de los derechos de imagen un tal (por entonces) Sylvester Stallone.

En el camino, va  atesorando y comentándonos una envidiable colección de cómics, arte original y memorabilia que desde el año 2005 constituye un museo en si mismo, gracias a la donación de 30.000 ejemplares.

Sintetizando mucho, podríamos decir que se trata de la versión del American Dream protagonizada por un fanboy de Batman y de los cómics en general, escrita con un entusiasmo contagioso que solo es capaz de desplegar quien a sus 60 y pico años años no ha abandonado en ningún momento a su niño interior, y le deja salir a jugar a la mínima ocasión.

Es también una oda y una reivindicación a todos esos artistas antes anónimos como Bill Finger, Jerry Robinson, Jerry Siegel etc… que desarrollaron gran parte de su carrera en el ostracismo al que se relegaron los cómics se superhéroes, siempre acusados de ser una mera distracción para niños sin ningún tipo de enjundia cultural, y que nos han legado a los personajes que hoy en día disfrutamos todos los que campamos por esta página web, sin ir más lejos.

Creedme que podría extenderme con esta crítica durante líneas y líneas, pero prefiero pediros que os hagáis un favor a vosotros mismos y compréis el libro, aunque sea usando el método que el propio Uslan y todos los niños de la época usaban para hacerse con sus cómics favoritos: reunir las pagas de varias semanas hasta llegar a reunir el dinero necesario. No os vais a arrepentir. Y la editorial no me paga un duro por deciros esto, pero cuando algo se hace bien hay que reconocerlo y, en la medida de lo posible , promoverlo.

Os dejo con una parte de los agradecimientos del libro que resume bastante bien el espíritu de toda la obra:

Desde que éramos niños hemos sufrido burlas, pullas, humillaciones, desprecio, carcajadas, que nos señalaran con el dedo, ser ‘discapacitados con las citas’, y (antes de Internet) el aislamiento. ¿Pero hoy? Los cómics y los géneros relacionados (…) son responsables de los mayores éxitos de taquilla del cine, de las series de televisión, de los videojuegos, de los DVD y las nuevas experiencias tecnológicas. Han dejado huella en la moda, el arte y la música de todo el mundo, y han atravesado fronteras, culturas, géneros y características demográficas. Los cómics molan. Finalmente… ¡Hemos ganado!


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