lunes, 28 de abril de 2014

Wayne 1x02 "No riquezas en Oriente"



Me llamo Bruce Wayne. Hace 17 años mis padres fueron asesinados injustamente por un delincuente. Por su culpa y...por la mía. Desde aquella noche no me perdono no haber podido ayudarles. Pero estoy decidido a cambiar eso. Voy a asegurarme que lo que me sucedió a mí, no le ocurra a nadie más. Para ello viajo a Oriente, a buscar a los mayores expertos en artes marciales, para que me enseñen a combatir a los criminales que aterrorizan mi ciudad. Debo alejarme de mi tranquilo entorno, debo estar cerca de la maldad, adentrarme en ella, convivir con ella. He hecho una promesa a mis padres. Y no pienso volver sin ser capaz de cumplirla.

FLASHBACK

MARTHA WAYNE: Bruce...Bruce...Bienvenido Bruce. Bienvenido al mundo. Un lugar donde podrás conseguir todo lo que quieras, donde la alegría y la luz te seguirán y la felicidad te será otorgada. Pero recuerda hijo mío, que siempre, siempre, estaremos contigo.

PHILIP KANE: Vamos Martha, acaba de nacer, no dejes que los primeros segundos del crío sean palabras tuyas en plan filósofo.

THOMAS WAYNE: Cállate Philip, Martha hace lo que tiene que hacer. Gotham es un lugar mucho más agradable ahora, sí, pero sigue teniendo su oscuridad. Y yo quiero que nuestro hijo sepa que por muchos obstáculos que esta ciudad le ponga, nosotros siempre estaremos a su lado. ¿Verdad Bruce?

PHILIP KANE: Por dios Thomas, sois la pareja más respetada de Gotham. ¿Qué podría pasar?


(Vuelo aterrizando en Oriente)

Un desconfiado y algo apático Bruce Wayne baja del avión absorto en sus pensamientos. Los pasajeros y personal del aeropuerto lo miran detalladamente haciéndole saber que su estilo no encaja en este lugar. Pero eso ya lo sabía el joven Bruce. Lo primero que hará será deshacerse de esa ropa y llevar algo más informal. El dinero también será una última opción. A partir de ahora, Bruce Wayne está muerto, nadie debe saber que el joven heredero residiría ahora en aquellas tierras.

No fue fácil despedirse de Alfred. Durante el poco tiempo que duraron los preparativos del viaje, el leal mayordomo insistió al temperamental joven que no hiciese tal locura de viaje, que ese camino de recuerdos dolorosos y supuesto aprendizaje no le devolvería a sus padres ni traería paz a su corazón. No importaba, la decisión estaba tomada, y un apesumbrado y lloroso Alfred despedía con ánimo de ser la última vez a un serio Bruce Wayne en el aeropuerto de Gotham.

El viaje en avión parecía ser uno de los tantos rutinarios, pero no era así. El joven Bruce mantuvo la mirada fija en el cielo a través de la ventana de su asiento, haciendo caso omiso de las miradas de los curiosos que cuchicheaban sobre la identidad de aquel pasajero. No se había despedido de aquellos pocos con los que aún mantenía relación salvo Alfred.  No importaba. La borrosa imagen de sus progenitores formándose en las nubes era su única responsabilidad. Podría haber optado por ir en su avión privado, para que después Alfred declarará su muerte en aquel destino, pero prefirió usar aviones de la compañía FERRIS, no quería que la marca Wayne se viese involucrada.

Las escalas en los aeropuertos no fueron mucho mejor. La imagen de Bruce Wayne se sucedía por las pantallas de las terminales. Normal, pronto sería el aniversario de aquel fatídico día. El joven Bruce se quedó observando una de las terminales que proyectaba una imagen de su madre en el suelo. Apretando con fuerza su maleta y rechinando los dientes, el heredero apartó la vista y caminó con decisión por la terminal.

Siguiente paso. Buscar los mejores y más duros dojos de artes marciales del lugar. El joven Wayne compró ropa en un mercado local y seguidamente tiró a un contenedor la cara ropa que llevaba. Lo hizo sin ningún aprecio, mirando fijamente al quedarse desnudo la W de su cuello y apretándola con fuerza. Había oído que los "Sensei" del lugar eran muy selectivos con sus alumnos, no aceptándolos por el dinero ni apariencia que llevasen. El joven Wayne confiaba en sus variadas técnicas de combate aprendidas en Gotham para pasar las posibles pruebas que le impusiesen los Senseis.

A pesar de haber pequeños dojos repartidos por el centro de la ciudad, era conocida la apartada zona de dojos dedicada al entrenamiento en artes marciales: karate, judo, taekwondo y kick-boxing. Bruce Wayne se dirigió sin vacilar hacia dicha zona, no parándose a observar nada más durante el trayecto. Prefirió ir andando para no alquilar un coche y que supieran quién era ese joven alto y moreno.

El idioma no era un problema, Bruce Wayne ya lo había estudiado detalladamente cuando comenzó a introducirse en el mundo de las artes marciales.

Mientras callejeaba para llegar, un par de hombres le asaltaron.

ASALTANTE: Vamos guaperas, ¡la cartera o te rajamos! ¿nos entiendes?

BRUCE WAYNE: No quiero problemas.

ASALTANTE: Pues si no quieres tenerlos, ¡danos ya la maldita cartera! ¿quieres probar tu suerte? Vaya, vaya Li, mira que tenemos aquí. Un collar con una inscripción grabada en diamante.

BRUCE: ¡No lo toquéis!

Bruce Wayne agarró severamente el brazo del individuo que intentaba coger la W de su cuello. Su mirada estaba llena de ira, pero al irle a retorcer el brazo, el otro asaltante le golpeó en el estómago haciéndole ceder, perder fuerza y finalmente caer.

Ambos atacantes empezaron a golpear repetidamente a patadas a Bruce. El joven heredero paraba los golpes como podía y sin decir ni una sola palabra. Finalmente, unos curiosos que se acercaron debido al ruido hicieron huir a aquellos indeseables.

Aquellas personas al ver la cara de Bruce retrocedieron sin vacilar y se alejaron del lugar. Bruce ya sabía eso. La gente de aquella zona vive con miedo, pues las mafias controlan el lugar. Incluso los dojos a los que él quiere ser admitido están controlados, algunos, los más importantes, por esa clase de gente. Era como Gotham pero con más pobreza. Qué demonios, era como Gotham. Pero no importaba, ya pensaría la forma de arreglar aquello cuando tuviese el poder necesario. Por ello comprendía lo que acababa de pasar y el futuro rechazo de la gente, aquellos dos indeseables tenían formación de dojo, y los extranjeros no eran bien recibidos, no tendría ningún apoyo allí.

Una vez paliado el dolor, el joven Bruce reanudó su camino. La zona de dojos era impresionante, quedándose el joven asombrado y observándolo con detalle al llegar. Un enorme muro presentaba el comienzo de la zona. Pero aquella barrera no se conectaba con el mundo exterior mediante una puerta, sólo existía una no-continuación del muro.

Un joven de aspecto algo chulesco, que estaba tras el muro, reparó en la presencia del joven Bruce, y se acercó a preguntarle

JOVEN: Oye extranjero, ¿qué buscas por aquí?

Debido a la ausencia de ropaje que lo identificase como un maestro o tan siquiera alumno, el joven heredero no vaciló.

BRUCE: ¿Por qué no tenéis puerta aquí?

El joven chulesco pareció sorprenderse por las formas de Bruce, pero tras unos segundos contestó sin perder la sonrisa burlona.

JOVEN: ¿Acaso hace falta? Todo el mundo sabe en qué se emplea el tiempo tras estos muros. Y tú, de estar aquí es de suponer que también. No tenemos nada que ocultar. El que entra sabe a qué viene. Y el que no lo hace sabe que no debe molestar.

BRUCE: ¿Eres alumno?

JOVEN: ¿Quién lo pregunta?

BRUCE: Un futuro compañero

JOVEN: Existen decenas de dojos aquí dentro. Prueba a ver. Aunque por tu desconfianza diría que ya sabes que no serás bien recibido, extranjero.

BRUCE: Sí, ya lo sé.

El joven Bruce comenzó a caminar hacia los primeros dojos visibles mientras el chico lo miraba detalladamente mientras ladeaba la cabeza. Sólo usaría el dinero como último recurso, se decía el heredero.

Primer dojo. Los guardianes de su entrada lo miran de arriba a abajo, intercambian miradas de desprecio, y se cruzan de brazos en señal de negatividad.

El joven Bruce decide no insistir y probar en el siguiente.

Siguiente dojo. Consta de una puerta con una pequeña abertura. Bruce oye los golpes de entrenamiento tras ella. Llama con tres golpes secos. Unos inquebrantables ojos retiran la abertura y lo miran sin vacilar. Se cierra la abertura.

Los siguientes dojos siguieron esas dos rutinas.

Finalmente, un dojo algo más apartado de los demás era la última opción. Su aspecto era más humilde. Un Bruce algo cansado ya de negativas avanzó con paso firme y decidido, confiando en la humildad del dojo. Para su sorpresa, el maestro le esperaba en la entrada.

MAESTRO: Márchate extranjero.

BRUCE: Deme una razón para hacerlo señor.

MAESTRO: Las razones que pides puedo proporcionártelas en forma de precisos golpes que acabarían con tu miserable vida. No te lo voy a repetir extranjero.

BRUCE: Escuche, sé que no soy bien recibido aquí. Pero también sé que esta zona no está en su mejor momento. Tengo el dinero que usted necesite para su dojo, solo déjeme aprender, por favor. Debo aprender.

El maestro, dubitativo, se acerca al joven Bruce. Este se arrodilla en señal de respeto y le muestra su bolsa con dinero. El maestro le sonríe y al instante cambia su gesto y lanza la bolsa a un lado con desprecio, para acto seguido golpear una fuerte patada en la cara de un sorprendido Bruce Wayne.

MAESTRO: ¡Tu dinero no vale nada aquí extranjero! Aquí mandamos nosotros. Los otros no te quieren hablar, bien, te lo diré yo. No encontrarás un solo dojo que acepte instruirte en esta zona, ni en las próximas. Si te quedas en nuestra tierra será para morir ¿lo has entendido? Nosotros vivimos sin la asquerosa necesidad del dinero. Ha sido una falta de respeto tu osadía y mostrarnos a la cara tus pecados en una bolsa. Jóvenes guerreros, echad a este sucio invasor de nuestra zona sagrada.

Unos jóvenes de la edad de Bruce, ataviados con un quimono de cinturón blanco, agarran fuertemente a Bruce de los brazos y lo arrastran hasta la entrada, echándolo del lugar junto a su bolsa.

Pero el joven heredero no iba a rendirse tan fácilmente. Ya sabía de ese rechazo, y por ello lo intentaría cada día hasta que su existencia se vea recompensada, o hasta que tensase tanto la cuerda de su suerte que tuviesen que echarlo del país a la fuerza. Por un momento se planteó marcharse e ir a algún otro país donde hubiese expertos en el arte de la lucha, pero ese pensamiento se desvaneció al instante; al ver el heredero como una segunda persona era echada de mala manera de la zona de artes marciales, siendo maltratada sin vacilar, recordándole al propio Bruce que, si se marchaba, sería una primera derrota de muchas otras.

No, estudiaría con esos guerreros corrompidos y, cuando les superase, acabaría con su imperio de extorsión y crueldad tan discreta y sabiamente montado. Haría de esa región un lugar mejor, y después le seguiría Gotham.

Pero ahora lo urgente era encontrar un sitio donde pasar la noche. Esa región era fría y no sería producente para el cuerpo el contacto con él durante la noche.

El joven Bruce se dirigió al bar más próximo a la zona de artes marciales. Quizá con suerte podría simpatizar con algún alumno que estuviese pasado de alcohol. Para su sorpresa, el bar se encontraba vacío de luchadores, pero excesivamente lleno de civiles normales. Bruce reparó en tres personas, una anciana de avanzada edad sentada prácticamente en el centro del bar, un hombre con sombrero sentado en la esquina, y un hombre trajeado que miraba alterado una montaña de papeles. Eran las tres personas que no seguían el patrón de figura del bar.

Bruce de dirigió a la barra, observando cómo absolutamente todo el bar, sin dejar sus conversaciones, lo miraba con desprecio. No debería quedarse allí mucho tiempo, quizá debiera haber ido a un sitio más tranquilo.

El camarero, con mirada fija en los ojos de Bruce, le pregunta de manera seca y directa qué es lo que va a querer. El joven heredero pide una cerveza, mientras observa cómo la anciana intenta levantarse sin éxito de su mesa, sin que ninguno de los presentes allí la ayudase.

Cuando el camarero va a decirle algo a Bruce, éste se dirige a la anciana y la ayuda a levantarse.

BRUCE: Creo que entre los dos podremos mejor. Espero que no le importe recibir ayuda de un extranjero.

ANCIANA: Oh, gracias joven, muy amable. Para nada, yo ya soy demasiado vieja para andar con esas exclusiones. Además, nunca comulgué con ellas.

BRUCE: Qué agradable oírla, debe de ser la única de por aquí que piensa así.

ANCIANA: ¿Serías tan amable de acompañarme a la barra a pedir otra copa?

BRUCE: Por supuesto, déjeme invitarla por favor, yo tengo mucho…

CAMARERO: Usted no tiene nada extranjero. Disculpe señora, intentaba decirle a este joven que su dinero aquí no sirve.

ANCIANA: Parece que tendré que invitarte yo a ti joven.

BRUCE: No, no por favor.

ANCIANA: Has sido más civilizado que mis supuestos vecinos ¿no es suficiente razón?

BRUCE: Se lo compensare, se lo aseguro.

ANCIANA: Sí, estoy segura de ello. Lo que me pregunto es, ¿a pesar de cómo te miran me ayudas extranjero?

BRUCE: ¿También se ha dado cuenta?

ANCIANA: No solo eso, ya sé que has estado en la zona de combate. Y que no fuiste bien tratado allí. Tu llegada se comenta mucho por las esquinas de la región.

BRUCE: Vaya, veo que tienen ustedes todo controlado.

ANCIANA: ¿Cuál es tu nombre joven?

BRUCE: Yo…me llamo…lo siento, no puedo decírselo.

ANCIANA: Vaya, que misterioso, pero lo respeto. Si no puedes decirme tu nombre, ¿puedes decirme por qué te interesa luchar?

BRUCE: He hecho una promesa y tengo que cumplirla, y para ello tengo que pelear.

ANCIANA: ¿Una promesa de violencia? ¿para quién es esa promesa? ¿merece la pena? Esas promesas suelen tener un mal final joven.

BRUCE: Lo sé, pero tengo que hacerlo. No sabría explicarle, ¿no está usted harta de algunas cosas que pasan aquí, y no digo que pase nada, y piensa que ojalá cambiasen?

La anciana mira dubitativa al joven heredero, y esbozando una sonrisa, tras unos segundos y en voz baja, le contesta:

ANCIANA: Peligroso camino el de extirpar la corrupción de esta comarca (le guiña un ojo). Desde luego no eres otro extranjero más, tienes el dinero, tienes la pinta, sí, pero hay algo en ti…¿tienes donde pasar la noche?

BRUCE: La verdad es que no.

ANCIANA: Bien. Porque no creo que duermas. Se dice que hay un monasterio en la montaña. Ese monasterio está llevado por unos monjes renegados que, hartos de la mala vida que se nos obliga a vivir en esta tierra, llevaron sus enseñanzas a la pura montaña y a la sabia naturaleza. Esos monjes shaolin son auténticos expertos en artes marciales. Siguen siendo nativos, pero quizás, tantos años en el retiro les hayan hecho ser más benévolos con los extranjeros. Quizá es lo que buscas. Dicen que esos monjes murieron ahogados en su propio exilio, pues no se les ha vuelto a ver, ni se han encontrado pruebas de la existencia de convivencia en la montaña. Pero no parecían del tipo que puede desaparecer tan fácilmente, ¿qué tienes que perder?

BRUCE: Sin duda, es algo digno de conocer. Muchas gracias señora, marcharé para la montaña inmediatamente. Que tenga una buena noche.

Cuando Bruce salió del bar, la noche amenazaba ya de manera directa. El paisaje en el horizonte no era alentador, la montaña estaba nevada y en combinación con la altura, el frío en ella no debería ser fácil de soportar. Pero no importaba, aquel exilio que la anciana le había comentado despertó en Bruce una inminente curiosidad.

Después de un par de horas de largo camino ascendente, un cansado Bruce Wayne comenzó a desanimarse, no encontraba ninguna señal que le indicase que allí habitase alguna persona. Cada paso que daba era más doloroso que el anterior, el frío avanzó de pasarle factura a golpearle sin compasión. La nieve no cesaba y la visibilidad no abundaba.

Un tembloroso Bruce Wayne finalmente cayó a la blanca superficie. Exhausto, se quedó boca arriba observando al cielo, mientras la nieve intentaba ocultarle su visión. El congelado heredero introdujo su mano en el pecho y apretó con fuerza la W que le regaló su padre, mientras se esforzaba por no desfallecer. De repente, una figura apareció entre el negro cielo, mirando fijamente a Bruce. El joven apenas podía distinguirlo debido a sus oscuros ropajes, y apenas pudo balbucear palabra alguna. La oscura figura le levantó y lo agarró con las manos por la cabeza, preguntándole imperativamente:

EXTRAÑO: ¿Quieres aprender el arte de la lucha?

El joven heredero apenas pudo mover la cabeza afirmativamente. La siniestra figura agarró las pertenencias de Bruce, lo apoyó en él y lo bajó de la montaña a un ritmo asombroso.

Cuando la forma de la propia naturaleza permitía un paso del frío algo menos severo, e incluso se veía la ciudad a lo lejos, el joven Bruce pudo hablar a su misterioso salvador.

BRUCE:  Gra…gracias por ayudarme…y por ofrecerme el…el…aprendizaje… ¿qui…quién eres?

La misteriosa figura frenó su paso. Soltó las pertenencias de Bruce y se puso frente a él, mirándolo. Bruce no entendía nada, apenas podía hablar para replicarle, pero habían pasado varios minutos, y el hombre no se movía, estaba completamente inmóvil.

De repente, el hombre abrazó a Bruce. Un extrañó ruido sonó al producirse el abrazo. La boca de Bruce comenzó a temblar violentamente. Después la sangre salía tímidamente de su boca. El hombre se apartó de él mientras extraía el cuchillo de su costado.

Un herido Bruce Wayne se observaba el estómago mientras se desfallecía hacia el suelo.

EPÍLOGO

La misteriosa figura destapa su rostro. Mediante flashbacks, se descubre que ese hombre observó a Bruce al bajar del avión, que fue ese hombre quien alertó a los curiosos sobre que algo pasaba en el callejón mientras golpeaban a Bruce, ese era el hombre del sombrero del bar.

Una segunda figura apareció. Era el joven de aspecto chulesco de la zona de combate, que se queda observando a Bruce. Tras unos segundos, preguntó:

JOVEN: ¿Y bien?

EXTRAÑO: Ya lo tenemos

* * *




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