lunes, 5 de mayo de 2014

Wayne 1x03 "Mal camino"




Me llamo Bruce Wayne. Hace 17 años mis padres fueron asesinados injustamente por un delincuente. Por su culpa y por la mía. Desde aquella noche no me perdono no haber podido ayudarles. Pero estoy decidido a cambiar eso. Voy a asegurarme que lo que me sucedió a mí, no le ocurra a nadie más. Para ello viajo a Oriente, a buscar a los mayores expertos en artes marciales, para que me enseñen a combatir a los criminales que aterrorizan mi ciudad. Debo alejarme de mi tranquilo entorno, debo estar cerca de la maldad, adentrarme en ella, convivir con ella. He hecho una promesa a mis padres. Y no pienso volver sin ser capaz de cumplirla.

Anteriormente en WAYNE

Incapaz de llevar una vida normal tras la muerte de sus padres, el huérfano heredero de una de las fortunas más conocidas de Gotham, Bruce Wayne, decide dejar atrás lo que le rodea y marcharse a Oriente para entrenar con los mayores maestros de artes marciales, y así poder cumplir la promesa que hizo a sus progenitores y poder proteger a aquellas personas que lo necesiten. Pero el turbio mundo de la región del Himalaya no tiene nada que ver con su Gotham natal, e incluso los que parecen querer ayudarle pueden ser enemigo. Por ello, un cansado Bruce Wayne se desvanece en el nevado suelo, tras recibir un ataque del que parecía un guerrero queriendo ayudarle.

Horas más tarde

Un dolorido Bruce Wayne despierta de forma intermitente. El duro suelo lo alarma. No es nieve, no está en la montaña. El suelo es de madera, está dentro de algún lugar. Incorporándose con esfuerzo, el joven Bruce mira a su alrededor. Semiconscientes, varios hombres de dudoso aspecto se encuentran en el suelo junto a él. Bruce deduce que ninguno de ellos es el hombre misterioso que lo apuñaló. Nervioso, se lleva la mano a su estómago y a su costado. Su herida esta vendada y, por el no sangrado y limpieza, diría que también le han cosido. ¿Habrán sufrido los otros hombres su mismo destino? se pregunta el joven heredero. Uno de ellos se levanta llevándose las manos a la cabeza, quejándose de un fuerte dolor por un golpe en ella. El hombre mira a su alrededor y después se fija en Bruce con desprecio, desafiante, creé que el extranjero ha sido quién les ha hecho ésto. Consciente de que intentar explicarse puede complicarle la situación, Bruce le señala su vendaje en señal de que él también es uno más.

El hombre parece sorprendido, y tras unos segundos, le pregunta:

HOMBRE: ¿Por qué estás aquí extranjero?

Bruce duda en contestarle, sin apartar la vista de la tensa mirada del otro, aunque finalmente contesta:

BRUCE: Un hombre con ropa oscura me atacó en la montaña.

El hombre se sorprende aún más.

HOMBRE: ¿Qué demonios robabas en la montaña extranjero?

Uno de los otros hombres le lanzó dicha pregunta mientras se incorporaba, los demás fueron haciendo lo mismo.

BRUCE: ¿Robar?

El joven Bruce no entendía nada, desvió su mirada de nuevo a su alrededor, pero no encontraba respuesta.

HOMBRE: Todos los que estamos aquí es por haber robado algo. A mí alguien me noqueó mientras intentaba robar a una niña, a éste otro le dejaron sin sentido mientras violaba a una mujer en un callejón. Nos trajeron aquí y, justo cuando parece que nos iban a ejecutar, alguien les avisó de algo y nos volvieron a dejar inconscientes. Y ahora apareces tú, con esa herida y sin cara de haber roto un plato. ¿Me contestas que has hecho tú para estar aquí o quieres que te lo saquemos a golpes?

Bruce intentaba pensar qué decirles, pero no le dio tiempo a reaccionar cuando, de repente, fuerzas armadas de la policía de la zona irrumpieron en la sala, ordenando la detención de todos los presentes.

POLICÍA: ¡Todo el mundo quieto y al suelo! ¡con las manos en la cabeza! Avisa a jefatura y di que el soplo tenía razón, hemos cogido a un puñado de indeseables.

Mientras eran llevados a los furgones policiales, el joven heredero se ahogaba en un mar de dudas. ¿Quiénes eran esos delincuentes? ¿Por qué su misterioso atacante le había puesto junto a ellos? ¿Por qué no le había dejado morir? ¿Sería su atacante del mismo grupo que los captores de aquellos individuos? ¿Qué les alertó?
Mientras se hacía todas esas preguntas, el jefe del grupo de policías, que iba en su furgón, comentaba con uno de sus hombres la presencia de Bruce.

JEFE DE POLICÍA: Mmm…el extranjero es nuevo, nunca le había visto por aquí. ¿Y tú?

AGENTE: Se oía en la calle que un extranjero había venido a la ciudad, y que lo echaron de la zona de combate.

JEFE DE POLICÍA: ¿Zona de combate? ¿Eres tú de quien habla, extranjero?

Bruce decidió guardar silencio. El jefe de policía se lanzó sobre él, agarrándolo del cuello.

JEFE DE POLICÍA: ¡Escúchame bien escoria extranjera! Aquí no eres bien recibido. Y a juzgar por la herida que tienes en el cuerpo ya te lo han hecho saber. Así que ya me estás diciendo que coño has venido a hacer a nuestra ciudad. Sin duda no sabes cómo van las cosas aquí, sabrías que no es bueno hacerme enfadar. Y tú ya lo has hecho. De momento solo irás al calabozo menos agradable de la comisaría. Después seguro que volvemos a hablar. Seguro. Siempre lo haceis.

El primer hombre que despertó en aquel lugar junto a Bruce se levantó y golpeó como pudo al jefe de policía, los otros hombres le siguieron haciendo lo mismo y golpeando también al agente acompañante. Cuando quedaron sin conocimiento, le cogieron las llaves y se fueron quitando las esposas. Bruce no sabía qué hacer, se mantenía quieto a la espera de acontecimientos. Una vez cogido el arma del jefe de policía, el hombre se dirigió a Bruce.

HOMBRE: Bien. ¿Qué hago contigo? No creo que vayas a avisarles de nuestra pequeña ausencia, ya has visto lo que te van a apreciar. Pero tampoco pareces sernos muy útil. Tienes cinco segundos para convencerme de que no te mate.

Bruce dudaba en qué decir. Finalmente apeló a lo que un básico ratero quiere, el dinero.

BRUCE: El hombre que me atacó querría robarme. Llevaba una bolsa con mucho dinero, si recuperamos esa bolsa, podréis tener otra vida.

El hombre apuntó a la cabeza de Bruce. El joven heredero ni se inmutó. Haciendo una mueca de rabia, el hombre retiró la pistola y liberó a Bruce de sus esposas.

HOMBRE: Bien, te vienes con nosotros. Pero más te vale cumplir. Si eres un estorbo, no dudaré en quitarte de en medio, extranjero.

El hombre comenzó entonces a comentar su estrategia de huida. Al ir a abrir las puertas traseras del furgón, Bruce le agarró el brazo en señal de impedírselo, pidiéndole evitar el enfrentamiento directo. El hombre se soltó con desprecio y volvió a encañonarle. Sonriendo, abrió las puertas.

HOMBRE: El furgón del jefe de policía SIEMPRE va el último, cuestiones de protección supongo.

Se encontraban en una zona cerca de la montaña, según podían ver al abrir las puertas traseras del furgón. Según el hombre, eso y la noche serían su ventaja. Esperarían a una de las carreteras estrechas y mal asfaltadas, casi de un solo sentido, y aprovecharían eso para saltar. El propio furgón con su anchura cubriría una posible vista de los conductores delanteros a través del retrovisor.
Llegado el momento, el hombre ya actuando completamente como líder, saltó primero, después otros dos reclusos y, finalmente, Bruce.
Rápidamente, el grupo de fugitivos se movía sin vacilar por uno de los maizales laterales que comunicaba con la carretera. Después de varios kilómetros sin parar prácticamente, el líder ordenó una pausa y volvió a dirigirse a Bruce, apuntándole con el arma, al que había observado detenidamente cómo no se cansaba durante el viaje ni pidió bajar el ritmo, algo que sí hicieron los otros reclusos.

HOMBRE: Volvemos al mismo punto que antes. ¿Qué hago contigo? Podría matarte aquí mismo y seguir avanzando. Tienes buenos pulmones, lo he notado en el recorrido, así que no eres un turista, pero tampoco pareces un ladrón. Antes comentabas algo de una bolsa con dinero. ¿Dónde está?

Bruce dudó en qué contestarle a aquel hombre.

BRUCE: No sé cómo recuperarla, sólo sé que el que me la quito también es tu enemigo. Ya tenemos algo en común. Además, aquí no soy bien recibido, ¿por qué iba a tener piedad a la hora de robar aquí?

El hombre, tras unos segundos sin despegar la vista del joven Bruce, bajo el arma y le tendió la mano.

HOMBRE: Tienes valor chico. Quizá sangre fresca es lo que necesitamos. Quizás, hasta que encontramos a nuestro amigo común, trabajar juntos sea lo más sensato. Además, un extranjero y su presencia puede ser muy influyente en nuestras operaciones. Me llaman Bux, por mi apellido, Buxton.

BRUCE: Thomas…Thomas Kane

FLASHBLACK

THOMAS WAYNE: Cállate Philip, Martha hace lo que tiene que hacer. Gotham es un lugar mucho más agradable ahora sí, pero sigue teniendo su oscuridad. Y yo quiero que nuestro hijo sepa que por muchos obstáculos que esta ciudad le ponga, nosotros siempre estaremos a su lado. ¿Verdad Bruce?

PHILIP KANE: Por Dios, Thomas, sois la pareja más respetada de Gotham. ¿Qué podría pasar?

(Llaman a la puerta, pero tras ello, no entra nadie)

THOMAS WAYNE: ¿Quién ha llamado?

PHILIP KANE: Oh, ya voy yo, papás. Quédate cuidando de mi hermana, Thomas.

Fuera de la sala en la que se encuentran los Wayne, un hombre espera apoyado en la pared.

HOMBRE: ¿Y bien?

PHILIP KANE: Ella está bien, ya ha tenido al niño, no ha habido complicaciones en el parto.

HOMBRE:  Bien, nos toca mover ficha a nosotros entonces.

(Vuelta al presente)

Mientras se dirigían a la guarida de Bux, el joven heredero tenía clara su decisión. Si no podía formarse allí para combatir el crimen, se uniría a él. Estaría con ellos, aprendería de ellos, estudiaría como piensan y actúan. Y después destruiría su mundo. Estos pequeños rateros serían el primer paso.
La guarida de Bux era un complejo subterráneo, algo importante para que pudiese llevarlo un vulgar ladrón. Bruce entendió que Bux trabajaba o habría trabajado con alguien más importante en el mundo del hampa.

BUX: ¿Qué te parece Kane? ¿La apruebas?

BRUCE: Demasiado…sombría para mí gusto. No me veo yo trabajando y teniendo mi base de operaciones bajo tierra.

BUX: Más seguridad muchacho, más seguridad, créeme. Algún día, cuando la tecnología lo permita, la robaré y tendré mi base de operaciones en la luna, desde dónde tendré, con un satélite enorme, cobertura para todos los posibles robos. Podría hasta hacer una sociedad, lo llamaría La Liga de Ladrones jajaja.

Los demás rieron a carcajadas, Bruce esbozó una falsa sonrisa.

El joven heredero pasó semanas entre aquel lugar y la superficie. Se introdujo totalmente en el mundo que el tanto odiaba, desde pequeños hurtos a robos bastante más orquestados. El propio Bux comenzó a tenerle bastante simpatía, debido a que aquel misterioso muchacho se había portado con sangre fría en todos y cada uno de las acciones que habían cometido, a pesar de su poca violencia en ellos. Un día, entre reunión y reunión con la banda, Bux quiso saber más de él.

BUX: Y tú Kane, ¿tienes familia?

BRUCE: No. Me…me abandonaron al nacer, no respondo ante nadie. ¿Y tú?

BUX: Dos hermanas. Mi madre murió en el parto y mi padre cuando era muy joven. Era un gilipollas. Nunca me dijo mi auténtico nombre, siempre me llamaba por el apellido, y por ello no sé cómo me llamo.

Con el paso del tiempo, el joven Bruce abrazó la adrenalina de delinquir. Y el placer de que te salga bien. Al principio, el joven Bruce se decía a si mismo que solo robaba para sobrevivir, copiando el discurso de sus compañeros de guarida. Cada noche después de cometer un acto de dudosa moralidad, se acostaba y se decía a si  mismo que él no era como ellos. Recordaba cómo, en uno de sus primeros hurtos, en los que varios robaron en un puesto de comida en que la gente lo hacía habitualmente, Bruce ofreció su parte a un chico de las calle que no se atrevió a hacerlo, fingiendo después a sus compañeros que ya lo había comido. Él siempre evitaba golpear a los hombres que se cruzaban en los robos. Pero lo cierto es que ya no veía tan claro la línea que separaba lo que estaba bien y lo que no era correcto, su empeño por no hacer sospechar al grupo de sus auténticas intenciones le hizo parecerse a ellos. Y tampoco sabía que, el mismo hombre que lo apuñaló tiempo atrás, observaba cada una de sus cuestionables acciones.

Bux preparaba algo grande. Un robo a gran escala. Material tecnológico procedente del extranjero. Lo estuvieron estudiando durante semanas. Bux estuvo especialmente detallado en esta operación.
Llegado el día, Bux se sorprendía de la tranquilidad con la que Buce afrontaba la jornada. El rufián ignoraba que la conciencia de Bruce le habría atormentado las últimas noches.
El cargamento estaba dentro de un camión en la zona centro de la población. Bux condujo, con el joven Bruce de copiloto y los demás en la parte trasera hasta varios kilometros lejos de la zona, otorgada por un soplón de Bux, e hicieron la última parte a pie. El joven heredero no dio crédito a lo que vio cuando abrieron las puertas del almacén. Aquel cargamento era de ¡Empresas Wayne!
Mientras todo el grupo ocupaba posiciones y realizaba lo planeado, el joven Bruce solo podía avanzar lentamente hacia la primera caja donde se fijó en el logo de la empresa de su padre, sin dejar de mirarla mientras caminaba. Aquello hizo aflorar su moralidad, las dudas le sobresaltaban. El joven heredero se metió la mano en el pecho tras tocar con la mano la pared de la caja donde estaba grabado el logo, y agarró la misma W, aquella que su padre le regaló. Bux se dio cuenta del estado del joven, y se lo hizo saber.

BUX: Kane, ¿qué demonios haces ahí parado? ¡Vamos!

BRUCE: Vo…voy.

Pero por si no fuera poco la presión de aquel logo comercial, asfixiando invisiblemente a Bruce, un joven, de edad similar a la de él y con uniforme de personal de seguridad, saltó de entre el cargamento y se dirigió a la puerta intentando huir. Bux se percató rápido.

BUX: ¡Es uno de los de seguridad del cargamento! ¡Coged a ese desgraciado!

Varios del grupo agarraron al joven y lo golpearon violentamente para reducirle. Bruce no participó en ello.

BUX: Vaya vaya, ¿así que querías escapar y avisar así a la policía eh? Chico malo… ¿se te ocurre cómo matarle, Kane?

BRUCE: ¿Matarle?

BUX: ¡Por supuesto! No podemos dejarle marchar, ya estudiaste lo vigilado que está este cargamento, es una suerte que estemos aquí dentro nosotros solos, sin armada compañía. Vaya, si este también tiene un arma, ¿ibas a usarla contra mí, chico?

CHICO: Po…por favor, tengo familia…

BUX: Pues escogiste el trabajado menos adecuado para alguien con familia. Kane, toma, (le lanza un cuchillo), rájale el cuello, sólo nosotros le veremos morir.

BRUCE: ¿Cómo?

BUX: ¡Que le rajes el cuello, vamos!

BRUCE: Yo…yo…

BUX: No te he visto matar a nadie en todo este tiempo. Apenas has dado un par de golpes a los que han sido obstáculos. Es hora de mostrar tu compromiso con La Liga.

BRUCE: Pero…

BUX: ¡Mátalo!

Cerca de allí, una sombra observa lo que ocurre con unos prehistóricos anteojos.

BUX: Ahora.

Los golpes sorprendieron al grupo, la policía entró violentamente en el almacén, golpeando a los rateros y a Bruce. Bux intentaba zafarse, sin éxito. Mientras los llevaban al furgón, Bux intercalaba miradas con el entorno y con Bruce, pero no le dijo nada. El jefe de policía llevaba a Bruce personalmente, sonriendo por volver a tenerle bajo su arresto y haciéndoselo recordar.
No podía creerlo. Había hecho un juramento a sus padres. Se había comprometido con un noble propósito. Vino para aprender y ayudar. Y ahora, había robado, había convivido con gente de despreciables intenciones. Y ahora…ahora estaba en la cárcel.
Pasaron varias semanas en las que Bruce fue un mero muñeco, obedeciendo las órdenes de los celadores y dirigiéndose a donde le ordenaban.
No tenía ganas ni motivos para seguir, había fallado en su promesa. Él esperaba una vida eliminando el miedo en las buenas personas, no eliminando la suciedad agrupada en pocos metros cuadrados y en barrotes. Se había vuelto lo que él más odiaba, en un criminal. Eso lo debilitó enormemente por dentro. Los primeros días, incluso, se autolesionaba y golpeaba en señal de castigo. Él era un criminal, y por tanto debía tratarse como tal. La única vez que Bruce oponía resistencia era cuando una vez, en las duchas, varios hombres intentaban propasarse con él. Bruce, debido a la rabia por estar encerrado allí por tomar las decisiones equivocadas, los golpeó brutalmente. Aquellos hombres, por temor a la humillación, no dijeron nada, sólo hicieron saber que no era bueno meterse con aquel joven extranjero. Alguno más lo intentó posteriormente, debido a su odio nativo y por el simple hecho de probar al extranjero y probar lo que decían de él, ya que era extraño que aquel solitario recluso, que deambulaba sin sentido por la prisión y se mantenía la mayoría del tiempo sentado, fuese peligroso. Todos sufrieron las mismas consecuencias. La otra vez que Bruce tenía que ponerse violento era más rutinaria. Un recluso la había tomado especialmente con Bruce. Siempre que podía lo intentaba intimidar. Él era lo único que hacía cambiar la expresión de Bruce, aunque esa expresión de resignación junto a resoplidos por lo reiterativos que eran sus encuentros. Bruce siempre mantuvo a raya a aquel grandullón, golpeándolo de manera ingeniosa, haciéndolo parecer cosa de la suerte.

Pero algo hizo volver a Bruce al mundo real, a ese mundo tan real y despreciable que se vivía en aquella prisión. En uno de sus rutinarios paseos, con la cabeza baja, por la prisión, la vio. A pesar de que estaba escrupulosamente separado, Bruce encontró una chica en los lavabos. Aquella chica iba a ser violada por seis hombres. La chica no podía articular palabra, estaba muerta de miedo.Y de resignación. No miraba a sus agresores a la cara, lloraba con la mirada puesta en la pequeña abertura de luz que entraba en ese sucio baño. El joven huérfano vio reflejada en ella las lágrimas de impotencia que él mismo tuvo años atrás.

PRESO: Vamos Sheila guapa, si lo vas a disfrutar.

Comenzó a temblar de rabia, apretaba sus puños y rechinaba sus dientes cómo si le fuera la vida en ello, sin apartar la vista de aquellos indeseables.
El joven heredero se lanzó contra ellos sin vacilar, aplicando todo lo que había aprendido en América. Los asaltantes se vieron sorprendidos, así como la mujer, que no dejaba de mirar a aquel rabioso muchacho al que golpeaban pero que se levantaba tras cada golpe, poniendo una barrera entre ella y aquellos individuos, sin dejar que ni uno solo de ellos la tocase.
Pero por mucho que se esforzase, aquellos hombres eran seis, y Bruce solo uno. Comenzaba a perder el combate. Los golpes dolían cada vez más y los suyos cada vez menos, así como su precisión a la hora de golpear menguaba exponencialmente. Lleno de impotencia, un rabioso Bruce Wayne gritó mientras intentaba zafarse de aquellos hombres.

A través de la abertura por la que entraba la luz, se descubre al espectador que un Hombre en la sombra (lleva el mismo traje que él que observaba la escena del robo del cargamento Wayne) está con los mismos anteojos observando aquello. Pero esta vez, no dice nada.

Bruce prácticamente se desfallecía, ya casi no podía gritar ni golpear. Pero, por suerte para él, varios celadores entraron al lavabo y redujeron a los asaltantes.
Mientras le llevaban a la enfermería, Bruce lanzó una preocupada mirada hacia la mujer que, sin dejar de mirarle, le dio un sorprendido y entrecortado gracias.
Mientras le curaban sus heridas, el joven heredero no se quitaba de la cabeza la imagen de aquella mujer agradeciéndole el gesto. Aquello le hizo ver las cosas algo más positivas. Volvía a tener un propósito. Se aseguraría que todo indeseable de aquella prisión, recibiese su merecido. En el fondo estaba dónde quería, en el mundo del crimen, de hecho estaba en su aparato excretor, dónde iban todos los desechos. Si no podía cumplir su promesa, y no sabía cuándo iba a salir de allí, se aseguraría de que aquellos hombres no volvieran a cometer actos delictivos sin pensárselo dos veces. Puede que, por ser extranjero, se aprovechasen de aquello y todos, reclusos y celadores, volcasen sus energías con él. Puede que, además, debido a la importancia del cargamento en el intento de robo, usasen dicha excusa junto a su procedencia extranjera para dejarla allí el resto de su vida. Puede, pero le daba igual. Golpearía a los criminales uno a uno.
Las siguientes semanas fueron una revolución total. No es que buscase la provocación, pero el joven heredero no rehuía ningún enfrentamiento. Ya sea contra aquel grandullón, con 3 o 4, con 6. El rumor de que el extranjero estaba loco se hacía realidad. Los celadores incluso lo aislaron por petición de algunos reclusos. Los que su celda era anexa con la suya, le temían. Aquella voluntad incansable en un extranjero les sorprendió a todos. Los médicos de la prisión le recibían todos los días en la enfermería, y le curaban sorprendidos, mientras aquel extranjero no articulaba palabra. Pensaban que había perdido totalmente la cabeza.
Pero todo iba a cambiar para aquel revolucionario de la prisión. En uno de sus muchos enfrentamientos diarios, Bruce había provocado una pelea en el patio principal. El grandullón se había traído refuerzos esta vez, aunque el resultado se antojaba el mismo de siempre.
Pero de repente, todo cambió. Las alarmas resuenan sin piedad, se oyen disparos, gritos, la gente corre, los guardianes se desesperan. Un motín.
Todos ven la oportunidad de escapar pero, ¿realmente el joven guerrero quiere salir de allí? ¿a dónde iría? Iba a recibir el mismo rechazo que la primera vez.
Tras unos momentos de dudas, en los que el joven Bruce veía pasar a infinidad de gente de un lado a otro, algo le hizo fijar su atención.
¡Era él! El hombre que lo apuñaló en la montaña, estaba allí. Elevado en los muros de la prisión, el misterioso hombre lo observaba impasible, ajeno a todo el alboroto producido.

Bruce se dirigió rápidamente al acceso que daba a esa parte del muro. Pero, durante el recorrido por los pasillos, el grandullón interceptó a Bruce, lo derribó, y lo amenazó con un cuchillo.

GRANDULLÓN: Yo me marcho de aquí maldito loco, pero antes acabaré contigo.

El grandullón alzó el brazo cargando el cuchillo mientras retenía a Bruce en el suelo, pisándolo fuertemente en el pecho. Pero el sonido de una explosión le hizo alertarse. Cuando volvió a prestar atención a Bruce, no reparó en que un armario que se encontraba en la pared se vencía hacia ellos. Bruce se lo hizo saber con la mirada, pero para cuando el grandullón se giró hacia él, ya era demasiado tarde para evitar que cayera aguantando su peso.
El golpe con el armario lo dejó aturdido y al joven Bruce en una posición ventajosa, limitándose a sacar los pies de aquel embrollo.
Cuando se disponía a marcharse, Bruce observó al grandullón. Expresaba muecas de dolor. Bruce se dispuso a marcharse, pero aquel tipo le pidió ayuda. Bruce se giró sorprendido, no podía creer la expresión de súplica que emanaba el rostro de aquel hombre.
Impensable para otros, el joven heredero no dudó en ayudar al que había sido su diario agresor, apartando el armario de su cuerpo. Nada más podía sorprenderle aquel día, o sí. El hombre que lo apuñaló se encontraba tras él, mirándolo fijamente.

HOMBRE: ¡Tú! ¡Malnacido!

BRUCE: Tenemos que salir de aquí.

HOMBRE: ¡No! ¡No vas a ninguna parte!

El hombre de oscuros ropajes inició su avance hacia, lo que según él decía en tono tranquilo a pesar de los gritos de Bruce ordenándolo que se detuviera, una salida de la prisión.
Efectivamente, una grieta en una de las paredes de la prisión se alzaba ante ellos, conectando con el campo.
Tras varios kilómetros en persecución, el misterioso hombre se frenó en medio de la nada en el campo, para sorpresa de Bruce, aunque aprovechó para intentar golpearle. Fue un intento inútil, el hombre de oscuros ropajes bloqueó el golpe del joven Bruce y le golpeó en el estómago. Con un dolorido Bruce mirándolo desde el suelo, el hombre le habló sin mirarle a la cara.

HOMBRE:  ¿Tan obsesionado está con el crimen, que se mantiene en su punto más bajo para combatirlos uno a uno? Esa era una prisión de mala muerte, para ineptos a los que les pillan. No hay más de 300 reclusos.

BRUCE: 302, tú iras allí conmigo.

HOMBRE: Vaya, no sabía que se considerase un criminal, Señor Wayne.

EPÍLOGO

El jefe de policía se encuentra en la zona de dojos, varios alumnos le llevan hasta el más alejado, aquel dónde Bruce fue amenazado. El maestro del dojo le espera dentro, no le mira.

MAESTRO: ¿Y bien?

JEFE DE POLICÍA: Señor, no vengo por el pago.

MAESTRO: Entonces no sé por qué estás aquí. Y ya sabes que no soporto la ignorancia.

JEFE DE POLICÍA: Hemos tenido a un extranjero entre los reclusos. Creo que es el mismo que vino aquí. Ha estado combatiendo con los otros prisioneros. Pero ha escapado señor, hubo una revuelta y escapó.

* * *




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